Mientras recorría aquel paraje verde y enigmático, no se enfocaba en nada en particular, más que en andar rumbo a la plaza principal. Su objetivo era salir del hermoso jardín. Tenía que rodear unas cavernas, algunos montes pequeños simulando cerros de un parque de golf, un riachuelo y mucho camino de tierra con bellas y frondosas vegetaciones bien cuidadas a sus alrededores.
A su
izquierda se encontraba la cueva que usaban de acuerdo con la estación, la
última vez que la había visitado, trataba de dinosaurios, era un espectáculo
impresionante, muy imaginativo. Sin duda supieron emplear el espacio de una
manera extraordinaria, como si realmente fuera el hábitat de esos seres
prehistóricos.
A la
derecha unos montículos empastados, donde la gente solía sentarse a descansar,
la mayoría se iba hasta lo más alto para poder admirar el paisaje verde a la
distancia, mientras comían, platicaban o simplemente esperaban a otros.
De
frente estaba el final del parque, tenía que cruzar un viaducto colgante y
angosto que se curveaba hacia la izquierda, pues adelante seguía el arroyo y no
había paso. La forma de dividir el recinto era con una malla, del otro lado se
encontraba una calle ordinaria con viviendas. Que envidia los que ahí
habitaban.
Subió al
puente, siempre le gustó hacerlo menear a su paso. Era corto el trayecto,
apenas de unos tres metros. La altura, absurda, tan solo algunos centímetros, lo
suficiente para evitar estar a ras del suelo. Lo construyeron para que las
personas no tuvieras que cruzarse por las piedras y se fueran a caer, aunque
muchos seguían haciendo esas maniobras.
Al
costado, hacia donde se curveaba el puente, había una pequeña fosa como de un
metro de profundidad. Ahí caía el riachuelo, directo a unas tuberías
subterráneas. La pasadera colgante no llegaba a encontrarse sobre este hueco,
sino que simplemente cruzaba por su periferia. A mucha gente le gustaba
quedarse en esa esquina del recoveco, para ver el agua desplomarse y perderse
en las profundidades de la cloaca.
El pozo
era semi artificial. Estaba escarbado, para que el líquido volcara, impidiendo
que se estancara. Solo que las paredes seguían siendo de tierra, de la que ya
asomaba todo un conjunto disperso de flora. Incluso había nenúfares, algo
extraño, pues con tanto movimiento acuoso no se rompían las hojas. Sin embargo,
había algo más. Entre los matices cristalinos y eufóricos, asomaban unos pequeños
cilindros verdes.
La
persona que iba cruzando por el puente se detuvo, a pesar de haber pasado
muchas veces por ese lugar, nunca había visto aquello, se le figuro como basura.
Al enfocar, notó que no eran hojas, ni popotes o desechos lo que se surgía,
sino unas cabezas estiradas, parecían lombrices de color verde, saliendo para
pedir comida. Cuando estas criaturas la vieron, se le acercaron nadando
rápidamente, siempre con la frente al descubierto. A pesar de que parecían unas
víboras, se movían de otra manera. Tenían escamas, de eso estaba claro, además
de un rostro típico de réptil. Asomaban una gran porción de largo, bastante extraño,
unos tubos que andan con unas caritas en el borde extremo.
Cuando los
animales estuvieron suficientemente cerca, pudo descubrir unas sombras que se
fueron aclarando, se trataban de caparazones. No eran serpientes, sino tortugas
con un cuello enorme. Sabía que existían dos tipos básicos de quelonios; los
que podían incrustar su cabeza en el interior de la coraza y aquellas que
tenían que doblarlo debido al tamaño tan oblongo con el que contaban. Así que
se trataba de ese tipo de reptiles, nunca los había visto físicamente, los
conocía solamente en fotos y videos.
Tres
criaturitas, pidiendo comida de una manera curiosa, sacando ampliamente sus
cuellos, tratando de llegar a la persona. Era como si del caparazón saliera una
víbora. Que animales tan extraordinarios. Es una suerte que la gente los
respete y los deje ser, a pesar de su apariencia.
Se
sintió complacido. De regreso de sus actividades, pasaría a comprar pan para
lanzárselos, fingiendo alimentar aves. Dudaba que ellas consumieran ese tipo de
alimento, pero los peces y pequeños insectos sí que lo hacen, pudiéndolos cazar.
Que bella
es la naturaleza. Se despidió de sus tres amigas las tortugas serpientes y
cruzó el puente, dejando atrás ese parque maravilloso fuera de todo lo común.
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