No hay lugar más natural que aquel creado en una combinación
con lo artificial y lo orgánico. Esa siempre ha sido su filosofía, su ideal de
acuerdo con los objetos existentes.
Le
encantaba visitar los viejos edificios abandonados, aquellos destruidos de los
que solo quedan restos. Esos son los que más historia tienen.
Se le
podía ver merodeando las construcciones derrumbadas, examinando cuidadosamente
las paredes, los sitios recónditos y la estructura en general. ¿Cómo habían
sido construidos?, ¿quiénes lo habitaron?, ¿qué distribución todavía se
mantiene?; y otras dudas eran las que buscaba resolver cuando se adentraba en
lo que alguna vez fue un sitio cerrado.
Le
fascinaban las haciendas y las casas antiguas, esas que todavía contienen adobe
en sus perímetros.
Alguna
vez se le ha escuchado platicar que lo mejor de los edificios, es que hablan
más cuando nadie vive en ellos, que cuando están habitados.
Tienen
más historia cuando son abandonados llenándose de vegetación y fauna silvestre.
Esos
espacios muestran las debilidades humanas, cómo el dejar de recibir atención y
cuidados puede hacernos unir con la naturaleza. Desquebrajando a las personas
para mezclarlas con lo orgánico.
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