Lo único que quería era un lugar donde cuidar de mis crías, mis tres pequeños son todo lo que me preocupaba. Caminamos toda la tarde, buscando un refugio que parecía no llegar. Nos alejamos del minúsculo poblado que nos veía extrañado, como a un grupo de nómadas que no pertenecían a ese entorno. Yo lo entendía a la perfección, no éramos bienvenidos. Seguimos avanzando a la par del riachuelo. Más lejos tendría que haber una pequeña zona turística donde pasar la noche, descansar y, al siguiente día, continuar nuestra procesión. Las casas rurales cada vez eran menos, la gente ya no nos vigilaba como a un rebaño peligroso. Pensaba en quedarme a descansar en alguno de esos recintos que se veían abandonados, pero no me animaba a exponer a mis pequeños en un entorno imprevisible. ...