Después de muchos años por fin fue mayor de edad, tenía una madurez emocional muy superior a la de sus compañeros, por tal motivo, no tuvo dificultad para conversar con el que podría ser el último tema de su abuelo, su último secreto antes de perecer. Uno apenas superior a veinte años y el otro llegando a los noventa. Ambos se encontraron en la azotea de la casa del mayor. —Oh, veo que has venido —dijo el abuelo—. Me gusta fumar aquí arriba, es una de las últimas actividades que puedo hacer libremente. Casi todos quieren estarme cuidando, ¡como si no fuera lo suficientemente mayor para cuidarme a mí mismo! —Te entiendo abuelo, me pasa justo lo contrario, todos quieren cuidar de mi porque me consideran todavía muy menor. —Sería bueno darnos un tiempo nosotros dos —el abuelo lo volteó a ver mientras despedía una bocanada de humo—. Ven, acércate. Quiero contarte algo. Siento que no me queda mucho tiempo de vida...